¿Somo parte de la misión o necesitamos misión?
- Ruth Noemi Marquez Castro
- 18 feb 2024
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 31 mar
“Lo que si podemos decir por cierto es que, al menos,
Dios ha llamado a cada cristiano a vivir con un
corazón misionero”
-David Sills
“Las misiones se realizan en los lugares de extrema pobreza”, “Ese llamado es para unos pocos”, “Yo aporto a esa obra con mi ofrenda misionera”, “Hay mucho que hacer aquí como para salir a algún otro lugar”. Afirmaciones similares a estas las he escuchado durante mis años de crecimiento dentro del contexto de la Iglesia. Veía la misión de la Iglesia como una tarea limitada. Pensaba que vivir sirviendo en la obra de Cristo 24/7 era responsabilidad de ciertos grupos, o personas con llamados específicos. Hasta que hace unos años me topé con varias preguntas ¿y qué si Dios me estaba llamando a vivir una vida en misión? ¿cómo me involucró en esta tarea tan importante, para la cual he sido llamada? ¿qué puedo hacer diferente para alcanzar a aquellos que tengo a mi al redor? El llamado, ¿es para unos cuantos o nos involucra a todos? Poco a poco fui entendiendo que cada uno de nosotros es llamado a hacer misión (a alcanzar a otros). De lo contrario, estamos necesitados de una misión (ser alcanzados por otros). No hay un punto intermedio entre un extremo o el otro. Estoy convencida de que la tarea de la Gran Comisión no es para unos pocos, sino para todo aquel que es parte del cuerpo de Cristo [la Iglesia].
El concepto que conocemos como “misiones” se utiliza para referirse a la expansión del Evangelio en un contexto cultural que vendrá siendo diferente al nuestro (o al del misionero). En efecto, hay cristianos con un llamado misionero. Los cuales han sido escogidos para establecerse en un lugar determinado en el que se dará un impacto o choque cultural. Todo esto con el fin de llevar el evangelio a aquellos que no han tenido o tienen escaso acceso a este. Por otro lado, ¿cómo hago (o soy) misión sino tengo ese llamado? Sin lugar a duda, es posible vivir en misión en el contexto “común” en el que Dios nos ha puesto a cada uno de nosotros.
Debemos enfocar nuestra mirada en los propósitos de reino que fueron establecidos por Dios desde antes de la fundación del mundo. No importa el lugar en el que estemos, allí tenemos un propósito. En ese lugar hay necesidad de Dios. En ese espacio otros necesitan escuchar y ver lo que Dios hizo, ha hecho y continuará haciendo. Dios quiere utilizar gente “común”, gente como tú y como yo. Gente ordinaria, para realizar obras extraordinarias. En la medida en la que podamos entender que hemos sido creados con propósito, comenzaremos a ver las cosas con una óptica diferente. Cumplir y ser parte de la misión de Dios en la tierra es parte del propósito para el que hemos sido creados. Cuando chocamos con la cruz, y el sacrificio de Jesús comienza a cobrar sentido en nuestras vidas, experimentamos una transformación que es constante. Esta transformación será visible entre aquellos con los que nos rodeamos, y será significativa, pues a través de ella podremos tener contacto positivo o negativo con aquellos que no conocen a Dios. Cuando entendemos la importancia de aquello para lo que hemos sido llamados, comenzaremos a vivir (tomar acciones y actuar) sabiendo que todo cuanto hagamos dará o no dará gloria a Dios. Nunca debemos perder de perspectiva que fuimos creados para adorar, para que nuestra vida refleje su gloria.
No tengo duda de que, al fin y al cabo, todo aquel que desee ser seguidor de Cristo debe negarse a sí mismo, y tomar su cruz, y seguirle. Ya que, al negarnos nosotros mismos, le damos el primer lugar a Dios. De esta forma cedemos a los propósitos de Dios, y menguamos a nuestros deseos. Pues Dios busca corazones que estén dispuestos a agradarle, y a cumplir su perfecta voluntad. Personas con corazones dispuestos a entregarse, a pagar el precio, sea cual sea el lugar donde estos fieles se encuentren. Fieles seguidores dispuestos a vivir una vida en misión.
Foto: Viaje misionero a Haití (Julio 2019)
Comments