Ser como un niño
Actualizado: 5 may
En agosto de 2019 tuve la oportunidad de visitar Haití en un viaje misionera. Todavía hoy, años después, revivo cada una de las experiencias que vivimos durante esos días. Dios se manifestó de tantas maneras, y habló a nuestras vidas de muchas formas. Estando en Haití, tuvimos la oportunidad de trabajar con una red de orfanatos, 360 niños aproximadamente. Sin duda fue una experiencia hermosa. Era la primera vez que estaba varios días corridos con un grupo tan grande de niños. Estar con los niños en este torno era muy diferente a lo que pudimos presenciar antes de estos días. Estos niños estaban constantemente alegres, a pesar de sus circunstancias. Ellos disfrutaban cada detalle, y eran agradecidos, tenían un gozo genuino y contagioso. Día tras día veíamos a estos niños disfrutar de su entorno, queriendo hacernos parte de su alegría. Ellos confiaban en que al otro día, al despertar en el campamento, sería igual.
Era una imagen tan diferente a la que podíamos presenciar a la distancia en algunos adultos. En los adultos había una desesperación evidente y genuina en querer y poder aprovechar cada momento de agua y luz; cada oportunidad de ganancia económica u otras cosas. Es comprensible, puesto que de eso depende su sustento. El contraste en las preocupaciones intergeneracionales se me hizo tan real estando allí.
Al meditar en ello, no podía evitar pensar en los Evangelios. Cuando Jesús les dice a sus discípulos “dejen que los niños vengan a mí, y no se lo impidan, porque el reino de los cielos es de quienes son como ellos” Mateo 19:14 NVI. He escuchado este pasaje una y otra vez. Pero fue estando en Haití que cobró otro sentido en mi corazón. A diferencia de los adultos, los niños que conocimos estaban confiados. Estos niños no estaban afanados pensando en que no quizás no tendrían algo después. Los niños se maravillaban con cada detalle, sin importar lo pequeño que pudiese ser. Se sentaban a la mesa, porque sabían que allí encontrarían su alimento. Dormían tranquilos, pues sabían que verían un nuevo amanecer.
Llegamos a conocer las historias de muchos de años. Algunos caminaron horas y horas solos, hasta poder encontrar el orfanato que los cuida hoy. Algunos fueron llevados a ese lugar porque su pariente no podía hacerse cargo de una boca más. Algunos fueron maltratados, y hoy tienen las cicatrices de esa época de sus vidas. Algunos quedaron solos, y fueron hallados justo a tiempo. Algunos saben lo que es vivir con hambre y sed. Algunos saben lo que es hacerse cargo de ellos mismos desde muy pequeños. Estos niños recuerdan su pasado, pero no viven en él. Ser como un niño es tan necesario para ir al cielo. En Mateo 6:25-26 NVI encontramos las palabras de Jesús cuando dijo:
“Por eso les digo: No se preocupen por su vida, qué comerán o beberán; ni por su cuerpo, cómo se vestirán. ¿No tiene la vida más valor que la comida, y el cuerpo más que la ropa? Fíjense en las aves del cielo: no siembran ni cosechan ni almacenan en graneros; sin embargo, el Padre celestial las alimenta. ¿No valen ustedes mucho más que ellas?”
Vivimos afanados, desesperados por llegar a la meta sin disfrutar el trayecto. Somos autosuficientes. No sabemos como depender de Dios, por lo que nos llega a parecer hasta ilógico. A través de la Biblia podemos encontrar muchos pasajes que hablan de la provisión de Dios, y de como él obra en favor de nosotros. Cuanta falta nos hace ser como estos niños. Confiar en que hay alguien que cuida de nosotros. Comprender que no es necesario vivir de lo que ya pasó. Ver nuestras cicatrices, entendiendo que Dios nos libró del mal. Disfrutar de cada detalle, sin importar lo pequeño que nos parezca. En Mateo 6:33-34 dice
“Más bien busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas. Por lo tanto, no se angustien por el mañana, el cual tendrá sus propios afanes. Cada día tiene ya sus problemas.”
Podemos mirar al cielo y saber que de allí viene el oportuno socorro (Hebreos 6:16). Confiar en que no adormece el que te cuida (Salmo 121:3).
¿Qué cosas te impiden acercarte a Dios como los niños se acercaron a Jesús? ¿Qué cicatrices del pasado te tienen atado/a viviendo en él? ¿Por qué te cuesta ser como un niño?
Él guardará en completa paz a aquel cuyo pensamiento en él persevera; a aquel que en él ha puesto su confianza (Is. 26:3).
Foto: Viaje misionero a Colombia (Julio 2023)
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