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La mujer y su legado

  • Foto del escritor: Ruth N. Márquez Castro
    Ruth N. Márquez Castro
  • 13 mar
  • 4 Min. de lectura

A lo largo de la historia, la mujer ha desempeñado un papel fundamental en la obra de Dios, siendo un canal de bendición, restauración y avance del evangelio. Desde los tiempos bíblicos hasta la actualidad, Dios ha levantado mujeres dispuestas a cumplir su llamado con valentía y fidelidad. Meditaba en cómo Jesús ha llamado, restaurado y levantado mujeres por su gracia a lo largo de la historia, y cómo esto se refleja en todas las Escrituras. Muchas han dejado un legado significativo en la expansión del evangelio. Al igual que ellas, hoy tenemos la oportunidad de contribuir a esta misión por la gracia de Dios. El Señor nos ha llamado para un tiempo como este, para que otros conozcan el amor del único que puede levantar, restaurar y hacer nuevas todas las cosas.


Ante los ojos de Jesús, las mujeres siempre fueron valiosas y desempeñaron un papel crucial en la historia de la redención. En el evangelio de Mateo, se menciona a cinco mujeres en la genealogía de Jesús (Tamar, Rahab, Rut, Betsabé y María), algunas con un pasado difícil, pero redimidas y usadas por Dios como instrumentos para la llegada del Salvador. Su inclusión en la genealogía nos muestra que Dios no se limita a los estándares humanos, sino que obra con misericordia y redención para cumplir sus propósitos.


El rol de la mujer en la iglesia primitiva estuvo influenciado por la relación y apertura que Jesús mostró hacia ellas en su ministerio. El mensaje más importante de la historia fue proclamado por primera vez por sus fieles seguidoras, quienes fueron las primeras en ver la tumba vacía y compartir la noticia con los discípulos. Gracias al ejemplo de Jesús en su trato hacia la mujer, los discípulos lo emularon, permitiendo que ellas ocuparan lugares relevantes en la iglesia primitiva. Desde sus inicios, las mujeres estuvieron presentes en la iglesia. En Hechos 1:14 se enfatiza que los apóstoles estaban unánimes en oración junto con las mujeres. Ellas contribuyeron a la expansión del reino como diaconisas, jefas de familia, empresarias, profetisas, discípulas, ancianas y maestras. Algunas decidieron permanecer viudas y dedicar sus vidas al servicio de la iglesia.


El apóstol Pablo menciona a Febe en Romanos 16:1 como diaconisa de Céncreas. Fue una fiel seguidora de Jesús y la única mujer mencionada con este título. Los diáconos solían ser dueños de las casas donde se reunía la iglesia, y en el libro de Hechos y en las epístolas de Pablo vemos que muchas de estas casas eran lideradas por mujeres. Ellas las convirtieron en espacios de bendición y oración. Hoy, Dios nos invita no solo a abrir nuestras casas, sino también nuestros corazones para que otros puedan conocer a Aquel que transforma desde adentro. La palabra diákono significa "siervo", y muchas mujeres sirvieron a Dios sin títulos, pero con una entrega total.


Otro papel relevante fue el de discípulas. En Hechos 9:36 se menciona a Tabita o Dorcas, conocida como discípula. Impactada y levantada por la gracia de Dios, comprendió la necesidad de compartir con otros lo que había conocido. Entendió que la fe sin obras es muerta (Santiago 2:17) y dedicó su vida al servicio de los mendigos y las viudas. Su legado fue tan grande que aún hoy existen ministerios con su nombre.


Fue una discípula comprometida con levantar a otros. De igual forma, nosotras hoy podemos dejar un legado más grande de lo que imaginamos si obedecemos y entregamos nuestras vidas al servicio de Dios. En todo esto, Él será glorificado. Por otro lado, las mujeres en la iglesia primitiva se distinguieron por su hospitalidad. Priscila, por ejemplo, modeló una hospitalidad y un desprendimiento impresionantes. Junto a su esposo, participó activamente en la expansión del evangelio en Corinto, Éfeso y Roma. Su hospitalidad no solo benefició a los creyentes y seguidores del evangelio, sino también al apóstol Pablo en sus momentos más difíciles.


Estas mujeres fueron esposas, madres, abuelas, tías, viudas, jóvenes y ancianas. Todas fueron levantadas e influenciaron a otros por la gracia de Dios. Timoteo, por ejemplo, fue influenciado por su madre, Eunice, y su abuela, Loida. El testimonio de estas mujeres en su vida fue tan impactante que, a temprana edad, se convirtió en líder y pastor de una iglesia. Dios ha escogido lo vil y lo menospreciado para avergonzar a los sabios (1 Co. 1:27-31).


Desde el principio, Dios puso un tesoro invaluable en vasijas de barro para que se demuestre que el poder viene de Él y no de nosotros (2 Co. 4:7). Cada una de estas mujeres dejó un legado invaluable y contribuyó al avance del evangelio. Que sus vidas nos inspiren hoy a dejar una huella en la expansión del reino, no para nuestra gloria, sino para la gloria de Dios.


Foto: Mi abuelita Rosita y yo (1994), una mujer que dejó un legado en la vida de su familia y de tantos a quienes sirvió desprendidamente, mostrándoles así el amor y la misericordia de Dios. Te amo, abuela.


Escrito para las Iglesias Bautistas de Puerto Rico (IBPR): https://shorturl.at/QVL00

 
 
 

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