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¿Estaremos dispuestos?

  • Foto del escritor: Ruth Noemi Marquez Castro
    Ruth Noemi Marquez Castro
  • 18 feb 2024
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: hace 3 días

¿Entenderemos cuál es el costo? ¿Hemos entendido de corazón las palabras del apóstol Pablo cuando dijo que para él el morir es Cristo y el vivir es ganancia? ¿Entenderemos las palabras de Jesús cuando dijo que el que quiera perder su vida por causa de él la ganará? ¿Seguimos entregándonos al servicio de Dios estando dispuestos a perder todo, inclusive la vida?


La iglesia nació bajo la sombra de la cruz. Era parte del plan divino de Dios entregarse (morir) por causa de nosotros. Es la más grande muestra de amor, y está se revela a través de la obra completa de Cristo en la cruz. Somos de tanto valor para Él, que estuvo dispuesto a derramar su sangre con tal de darnos vida. Jesús soportó los clavos, el rechazo, el peso de la cruz y el martirio por amor a nosotros. El apóstol Pablo es enfático en la necesidad de estar dispuestos a perder la vida por él (Filipenses 1:21, Filipenses 2:19, 2 Corintios 11:23). Aún antes que el apóstol, el mismo Jesús enfatizó la necesidad de padecer por su causa, y este relato se encuentra en los cuatro evangelios (Mateo 10:38-39, Marcos 8:34-35, Lucas 14:27, Juan 12:25). La iglesia nació bajo los pies del calvario, fue la muerte y resurrección de Jesús lo que le dio sentido a nuestra fe.


El sacrificio de Jesús por nosotros siempre fue su estrategia, y es está entrega total la que espera Dios de sus seguidores. Al captar la esencia en la entrega de Dios por nosotros, podremos comprender la actitud de sus fieles seguidores. Lograremos entender a aquellos que se gozan en las tribulaciones y están dispuestos a dar su vida por lo que han creído. En Mateo 16:24 Jesús dijo “si alguno quiere venir en pos de mi, niéguese a sí mismo, y tome su cruz...”. Tomar nuestra cruz no es otra cosa que estar dispuestos a la muerte, por la causa de Cristo. Jesús tomó su cruz por amor a nosotros, para llevar nuestros pecados en la cruz y eximirnos del castigo de este. Al imitar a Jesús en tomar nuestra cruz, no pretendemos llevar sobre nosotros el pecado de aquellos a los que queremos alcanzar. Pero tal como hizo Jesús, estamos dispuestos a despojarnos de todo (inclusive de la vida) con tal de cumplir la voluntad del Padre. El fin de tomar nuestra cruz y seguirle es que podamos entregarnos por amor a otros.


En el libro de los Hechos, Jesús les profetizó a los apóstoles que el evangelio se expandiría más allá de Jerusalén (Hechos 1:8). Sin embargo, el evangelio no comenzó a expandirse más allá hasta la muerte de Esteban (el primer mártir). Fue luego de su muerte que “hubo una gran persecución contra la iglesia que estaba en Jerusalén; y todos fueron esparcidos por las tierras de Judea y de Samaria...” (Hechos 8:1). Esteban, el resto de los diáconos, los apóstoles y los miembros de la iglesia primitiva disponían a perder todo por quien habían creído. ¿Seguirá siendo este el pensamiento y el deseo de la Iglesia hoy en día?


Aquel que ha estado dispuesto a perder su vida con tal de ganar más para Cristo; los que han decidido tomar su cruz y seguirle; el que ha entendido que nuestros tesoros deben estar en los cielos, y no en la Tierra; todos aquellos que han puesto sus ojos en Jesús, estos han entendido y han decidido dar todo por el mensaje del evangelio. En definitiva, fue la persecución y el martirio fue lo que solidificó la iglesia desde sus comienzos. A través del martirio, muchos llegaron, y aún llegan, a los pies de Jesús. El martirio le demuestra a los perdidos y a los perseguidores, u opresores, lo sólida que es la fe. El martirio hace que nuestra fe aumente, y que seamos santificados. En la medida en la que el padecer por la causa de Cristo deja de parecernos importante, comienza a enfriarse el amor de muchos; se pierde de perspectiva el mensaje del evangelio. Dejamos de ser efectivos, pues ya no cumplimos con aquello para lo que fuimos llamados. Si el martirio es la esencia de Dios, padecer por él debe ser la esencia de la iglesia. Debemos reformar nuestra visión y misión. De lo contrario, terminaremos pensando que no es necesario ni normal padecer por aquel que padeció por nosotros.


Referencias:

Piper, John, and Dorcas González Bataller. Colección Teológica Contemporánea. Estudios Ministeriales. Vol. 22, ¡Alégrense Las Naciones! La Supremacía de Dios En Las Misiones. Viladecavalls, Barcelona: Clie, 2007.

Ropero, Alfonso. Mártires y Perseguidores: Historia General de Las Persecuciones (Siglos I-X).


Foto: Viaje misionero a República Dominicana (Agosto 2019)

 
 
 

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