Desacelerar
- Ruth Noemi Marquez Castro
- 27 ene
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 31 mar
Cada vez estamos más acostumbrados a andar en automático. La ansiedad en la que vivimos a diario, y a la que este mundo nos impulsa, nos impide sacar el pie del acelerador.
Una de las cosas que más me ha tocado aprender desde que me mudé a Colombia es la importancia de “desacelerar”. No digo que no haya momentos en los que debamos actuar rápido o que surjan situaciones que requieran atención inmediata. Sin embargo, este tiempo me ha servido para entender que Dios me ha hecho una invitación a reducir el ritmo acelerado de vida y, en ocasiones, a frenar por completo. Había estado muy acostumbrada a vivir con el acelerador puesto, en gran parte por mi personalidad, pero también por el contexto de vida que llevaba. Muchas veces nos malacostumbramos a querer tener resultados inmediatos, pero desacelerar en nuestra relación con Dios nos enseña a soltar el control y descansar en Su soberanía. Por lo tanto, aprender a desacelerar para caminar con Él ha sido una experiencia hermosa.
Desacelerar era parte de la invitación que Jesús estaba haciendo cuando dijo: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28). El descanso del que Jesús habla tiene muchas dimensiones. El contexto en el que Jesús se encontraba era un ambiente cargado por el peso del pecado, la culpa y un constante esfuerzo humano por intentar ganarse la salvación por medio de obras. Jesús ofrece un alivio al invitar a aquellos que están cargados y cansados de intentar cumplir con las exigencias de la ley. Llevar “su yugo” (su enseñanza y guía) significa entrar en una relación con Dios basada en Su gracia.
Jesús también nos brinda paz en medio de las adversidades, angustias, preocupaciones y ansiedades de nuestra vida. Él nos ofrece un alivio de las cargas emocionales que nos impiden confiar plenamente en Él. El apóstol Pablo tenía claro esto cuando les dijo a los filipenses: “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4:6-7).
Por otro lado, cuando caminamos con Jesús, aprendemos a relacionarnos con Él y con los demás. Jesús describe su yugo como "fácil" y su carga como "ligera", porque Él lleva la parte pesada por nosotros. Es una invitación a caminar junto a Él, compartiendo nuestras luchas. Por eso, en la primera carta de Pedro se nos dice: “echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros” (1 Pedro 5:7).
Por último, el descanso que Jesús nos ofrece nos da propósito y dirección en la vida. Mientras las personas buscan sentido en actividades, relaciones o logros, Jesús ofrece un descanso que surge de saber que estamos completos en Él y tenemos un destino eterno asegurado.
Desacelerar nos permite hacer espacio para estar quietos ante Su presencia, esperar en Él y aprender a discernir Su voz por encima de las otras voces que puedan levantarse. Desacelerar nos permite maravillarnos cada día con lo sencillo, simple o cotidiano. Desacelerar nos enseña a confiar en Dios y en Su tiempo, más allá del nuestro. Desacelerar nos enseña a confiar en Su provisión, aun cuando no sepamos de dónde necesariamente habrá de llegar. Desacelerar nos permite escuchar a otros, aunque no siempre tengamos una respuesta a lo que nos comparten. Desacelerar nos permite vivir el presente, sin sobrepensar el pasado ni afanarnos por el futuro. Desacelerar nos lleva a caminar con otros y a hacerles entender que Dios está caminando junto a nosotros. Desacelerar implica soltar y confiar en que Dios está obrando. Desacelerar ayuda a dejar de lado la ansiedad. Desacelerar nos permite descansar y esperar en Su tiempo y propósito.
¿Qué cosas te están impidiendo caminar junto a Jesús? ¿Qué cargas pesadas llevas hoy? ¿A qué te está invitando Dios hoy?
Durante mis primeras semanas en Colombia, Dios me recordó una vez más ese pasaje del salmista que dice: “estad quietos, y conoced que yo soy Dios; seré exaltado entre las naciones; enaltecido seré en la tierra” (Salmo 46:10). ¡Qué consuelo tan grande trae al corazón saber que Dios nos invita a descansar en Él, a desacelerar nuestro ritmo para caminar al suyo y a frenar cuando sea necesario para esperar en Él!
Foto: Atardecer en La Antorcha (Enero 2025)
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